Un eclipse total de Sol es, de lejos, el espectáculo más hermoso que jamás he observado. La primera oportunidad que tuve de ver uno fue en 2017. En agosto de ese año, la sombra del apodado Gran Eclipse Americano barrió el territorio estadounidense de costa a costa. Yo viajé varias horas hasta la frontera con Tennessee y elegí la cima de Hucleberry Knob como puesto de observación. Inocentemente, pensaba que había encontrado un lugar secreto. (Tengo que recordar que no soy el único que sabe usar Google Earth.) Durante varias horas antes del inicio del eclipse, un cúmulo de nubes despreciables amenazaba con arruinarlo todo, a tal punto que muchas de las personas que eligieron el mismo punto de observación comenzaron a descender de la montaña para probar mejor suerte en otro lugar. Yo opté por quedarme. Afortunadamente, fue la decisión correcta: quince minutos antes de la totalidad se abrió un claro justo sobre la montaña. La perfecta conjunción de la Luna y el Sol hizo aflorar la emoción de los que presenciábamos un acontecimiento imposible de olvidar. Ese día me convertí en cazador de eclipses.
Sólo tuve que esperar hasta abril de 2024 para contemplar otro eclipse total de Sol en suelo continental estadounidense. Esta vez, el barrido de la sombra fue de sur a norte. El lugar que elegí para observarlo con mi familia fue Tyler, Texas, una ciudad al este de Dallas. Hicimos todas las reservaciones con casi un año de anticipación. Uno puede planificar todo para estar en el mejor lugar para ver un fenómeno celeste. Todo, excepto el clima. Durante los cinco días previos al eclipse estuvimos monitoreando el pronóstico del tiempo y la cobertura de nubes. Un par de días antes del evento, una predicción persistente del 45% de cobertura se oponía a nuestro objetivo principal del viaje. Decidimos probar suerte más al norte. Increíblemente, encontramos alojamiento en un hotel cerca de Hot Springs, en Arkansas, la noche antes del eclipse. La mañana siguiente confirmamos gratamente que la decisión de ir al noreste de Texas fue totalmente acertada: un cielo azul auguraba un espectáculo sin obstrucciones.
Debido a la coincidencia de este evento con el máximo del ciclo solar 25, la vigorosa actividad magnética del Sol intensificó la belleza del eclipse, revelando unas magníficas prominencias fácilmente visibles a ojo desnudo durante la totalidad. La corona hizo honor a su nombre, revistiendo con majestuosidad los instantes en que la magia de las proporciones y la perspectiva nos recordaron, una vez más, lo afortunados que somos de tener los mejores eclipses del sistema solar.
Pero el eclipse de abril de 2024 no fue el único sobre suelo norteamericano en los últimos años. En octubre de 2023, un eclipse anular fue el pretexto perfecto para visitar y conocer San Antonio, Texas. En el caso de un eclipse anular de Sol, uno tiene que estar lo más cerca posible del centro de la trayectoria de la sombra para tener la mejor experiencia, especialmente –como en mi caso– si el objetivo es fotografiar el evento. Como de costumbre, la presencia de nubes alteró el plan original de ver el máximo del eclipse cerca del pueblo de Hondo, al oeste de San Antonio. El plan B fue manejar al noroeste, hacia el pueblo de Sonora. Aún con un pronóstico de menos de 14% de cobertura, la mitad sur del cielo estaba plagada de altoestratos. Afortunadamente, las nubes no inundaron la otra mitad del cielo que más importaba ese día. Disfrutamos cerca de 100 minutos de eclipse, desde el inicio de la parcialidad hasta poco después del máximo.
En los eclipses anulares, el diámetro aparente del disco lunar es más pequeño que el del Sol, por lo que no se produce una ocultación completa. Pero esta geometría nos da la oportunidad única de presenciar algo casi tan mágico como la totalidad, llamado el anillo de fuego. Esto ocurre durante el máximo del eclipse, donde sólo la borde exterior del disco del Sol no es eclipsado por la Luna.