El Pino Santo

Durante mis inicios en la fotografía —hace casi veinte años—, tenía la tendencia de etiquetar mis fotos con alguna leyenda. Debo admitir que era un ritual poco común, algo que no muchos fotógrafos hicieran. Para mí, se sentía como si las fotos mismas exigieran ser etiquetadas, como si estuvieran «desnudas» sin un título. Pensaba en rótulos que fueran más elaborados que el simple Opus que usaban los compositores, y trataba de que el tono del texto condijera con la expresión de la imagen.

No mucha gente veía mis fotos, pero llegó el día en que un fotógrafo hizo una crítica de mi trabajo (más bien, criticó mis títulos) en una galería en línea. Me tildó de pretencioso. En lugar de enfadarme, traté de ver las cosas objetivamente. Comprendí que, ante tanta pomposidad textual innecesaria, el observador casual pensaría que el fotógrafo sufría de delirios de grandeza. También tengo que confesar que, en la mayoría de los casos, las leyendas eran mejores que las fotos mismas (pero, por favor, no se lo digan a nadie). Afortunadamente, hoy puedo darme una palmadita en la espalda porque veo que mi trabajo ha mejorado considerablemente. Y aunque el ejercicio mental de evocar leyendas persiste, ya no etiqueto mis fotos como solía hacerlo.

De todas mis fotos, hay una que, en mi arrogantemente humilde opinión, es una buena foto con un buen título. «El Pino Santo» es una de mis fotos favoritas. Aunque tiene un gran valor emocional por lo que representa, pienso que la imagen tiene mérito técnico y compositivo, así que mi criterio para incluirla en mi porfolio es más que puramente subjetivo. Además, es una imagen que tiene una historia, pero dejaré eso para después.

La fotografía captura un fenómeno atmosférico fascinante y poco común, donde las partículas de hielo suspendidas en nubes muy altas, llamadas cirros, bailan con los rayos solares. El resultado es una serie de círculos que parecen coronar al pino con un aura etérea, evocando una sensación de reverencia y majestuosidad. Ambos elementos, cielo y árbol, son necesarios y, juntos, hacen trascender la imagen más allá de una simple toma documental. Debido a la gran simetría de los halos y los parhelios, decidí componer la imagen con la copa del pino centrada y ajustar la exposición para resaltar la textura del cielo.

El Pino Santo

El pino en sí es bastante ordinario. Si su silueta fuera el único elemento en la foto, sería una imagen aburrida. Pero sin el pino, las intrincadas formaciones de nubes no destacarían. La textura del cielo, con sus profundos tonos de azul, se perdería completamente ante el intenso resplandor del Sol. De manera que este eclipse intencional —utilizando el pino para bloquear el sol— permitió que el cielo y el árbol se fusionaran en una simbiosis visual que se convirtió en el verdadero tema de la foto.

Ahora, la parte sentimental de la foto.

Frente a la casa donde vivía, había una jardinera donde no podía crecer ningún árbol. Intentamos varias estrategias: agua, fertilizante, mejor tierra, control de pestes… El resultado era siempre el mismo: todo árbol que plantábamos se secaba y moría.

Un día, mi padre tuvo una idea audaz. Nos pidió trasplantar un pequeño pino que crecía en la granja que heredó de sus padres. Ninguno en la casa quería hacerle caso, pero la audacia de mi padre radicaba en su pertinacia, y no nos dio tregua hasta que finalmente accedimos al trasplante. Fiat voluntas tua. Amen.

Para sorpresa de todos, el pino sobrevivió, incluso con el mínimo cuidado que le dábamos por no tenerle fe. Y no sólo sobrevivió: creció vigorosamente hasta convertirse en uno de los árboles más altos del vecindario. Era como si el pino hubiera absorbido la energía de mi padre; como si hubiera transformado su terquedad en resiliencia y una firme determinación de sobrevivir.

Jamás pensé que ese árbol, el que a nadie le importaba, se convertiría en el motivo de una de mis fotos mejor logradas. Es por eso que la parte sentimental de la foto es la memoria de mi padre, de su fortaleza para arraigarse a la vida a pesar de tantas adversidades, y de su capacidad de mostrar siempre una sonrisa optimista hasta el fin.

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