La aurora boreal vista desde el norte de Raleigh

El pasado martes 8 de octubre, una llamarada solar erupcionó, liberando una poderosa ráfaga de partículas cargadas que colisionaron con el campo magnético de la Tierra, desencadenando una tormenta geomagnética severa. Estos disturbios suelen producir auroras deslumbrantes, típicamente reservadas para regiones de latitudes altas como Canadá y países escandinavos. Sin embargo, en esta ocasión, la NOAA anunció una exhibición extraordinaria de colores visible el 10 de octubre desde latitudes más bajas, incluyendo Carolina del Norte, algo que no se escucha todos los días.

Fue una grata sorpresa ver que el espectáculo comenzó antes de lo esperado. Justo después del atardecer, ya se podía observar un indicio de la aurora. Al principio, pensé que el tono rojizo en el cielo era el resplandor del Sol poniente reflejado en nubes sobre mi casa, pero sabía que la noche estaba completamente despejada. Era una clara señal de la fuerza de la tormenta. ¡Hora de empacar la cámara y el trípode y dirigirse a un campo abierto!

Me uní a un pequeño grupo de entusiastas de la aurora que habían elegido el mismo lugar de observación. Mientras montaba mi cámara, lo que esperaba ver era sólo un resplandor rosado en el cielo, pero me quedé asombrado al ver cómo bandas de luz verde, amarilla, rosa y púrpura pintaban una escena surrealista que nunca imaginé presenciar desde las afueras de Raleigh. Ni siquiera la brillante Luna gibosa creciente pudo opacar el esplendor de la aurora.

Observar cómo esas bandas de luz se desplazaban y fluían a través del cielo nocturno fue hipnotizante. Fue una experiencia que me llenó de humildad, un recordatorio vívido de la relación dinámica entre la Tierra y el Sol. Espero que el señor Hendrix me perdone por robar su frase, ¡pero esa niebla púrpura me hizo querer besar el cielo!

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